MARÍA CAMILA

HISTORIA DE VIDA

María Camila Bravo Román es una pequeña de 4 años de edad, ella y su familia, al igual que muchos chicos que nacen en situación de discapacidad, tuvieron que enfrentarse a un sinnúmero de dificultades momentos posteriores al nacimiento. Los médicos hacían exámenes y resonancias magnéticas, el diagnóstico fue un poco lento, a los cuatro meses de edad le informan a la familia que María Camila tiene Displasia septo óptica, asociado a displasia cortical frontal y crisis convulsivas parciales con generalización tónica, retraso en el desarrollo e hipotonía generalizada. Esto en pocas palabras, para una familia que se está enfrentando a una elaboración de duelo, que no tiene conocimiento ni del diagnóstico ni de lo que deben y no deben hacer con su hija, es algo desalentador y desconfortante, más aun cuando médicos generales y neurólogos bajan los ánimos diciendo que su hija no avanzará mayor cosa, solo remiten, dan la orden para 8 o 10 sesiones de tratamiento, añadiendo que quién sabe si vayan a lograr algo.


A pesar de los obstáculos y la información brindada, los padres de María Camila no se dejan intimidar por lo que dicen tiene su hija; empiezan a indagar, a preguntar y a consultar sobre el tema.

Solo en pocos días, la familia comienza a buscar apoyos y a sus 7 meses de edad María Camila comienza su proceso de desarrollo a través de programas de atención temprana; terapias con fonoaudiólogo, fisioterapeuta, fisiatra y terapeutas ocupacionales; meses más tarde buscan una fundación que ofrezca un apoyo integral, María Camila ingresa recibiendo el apoyo de diferentes especialistas e iniciando procesos familiares en los que forman a los padres como cooterapeutas, de modo que los procesos puedan ser llevados a cabo en los hogares, tengan continuidad y mayor efectividad.

Camila ingresa sin tener control cefálico, no giraba su cuerpo, su tono muscular era muy bajo y constantemente mantenía sus manos empuñadas. Al pasar el tiempo la pequeña iba adquiriendo y desarrollando habilidades y destrezas acordes a su edad.
Mientras los familiares de María Camila manifestaban el susto y la tristeza que sentían, sus padres cada día luchaban para que su hija saliera adelante. Poco a poco María Camila fue alcanzando habilidades, adquirió el control cefálico, giró, gateó, se arrodilló y paso a paso adquirió la marcha.

A sus 2 años, la pequeña ingresa al preescolar, tiene amigos y amigas de su misma edad que comparten con ella risas y juegos que a diario viven en los descansos, la maestra se muestra atenta y receptiva ante todo lo que pueda aprender de los procesos que se llevan a cabo con la niña.


Hoy en día María Camila asiste sola a la sesión de clase que se le brinda en la fundación, su madre la lleva y al terminar la jornada vuelve por ella. Allí se le da apoyo pedagógico en áreas tiflológicas como orientación y movilidad, aprestamiento sensorial, e incluso el inicio del sistema braille, ya que gracias al acompañamiento de sus padres, María Camila ha adquirido un gran número de habilidades para desenvolverse en la sociedad lo que hace que todo el tiempo esté pidiendo más, siempre quiere saber algo nuevo, quiere saber el porqué de las cosas, cómo se llaman, para qué son, lo que permite que esté en constante interacción con el medio que la rodea.

Allí todos la conocen como “Camilunchis”, “Camileja” o la “Quincy” como la llama su madre; Cami es una niña tierna, inteligente y un poco temperamental; es independiente en la fundación, segura en sus desplazamientos, reconoce los espacios, sabe llegar a cada salón y conoce los objetos que éstos tienen; reconoce su cuerpo y a las personas allegadas; tiene un excelente lenguaje verbal acorde a su edad; conoce y utiliza algunas palabras en inglés, manifiesta el agrado por las actividades planteadas diciendo “que chévere” y usa expresiones corporales  para dar a conocer sus sentimientos; solicita lo que quiere utilizando expresiones como “porfis, please”; manipula diferentes materiales, participa en actividades relacionadas con olores, texturas y/o sabores y las tolera sobre su cuerpo; es una apasionada de la música, canta todo el tiempo y le encanta la organeta.


“Dios quiso que yo fuera diferente, no le dio luz a mis ojos pero me dio una gran capacidad para desarrollarme muy bien en otras cosas; intelectual, artística, y amorosamente, soy feliz con mi mundo, será difícil pero no imposible y gracias pero de todo corazón a todos los que permiten que yo este tan pero tan bien” (Susana Román, madre de María Camila)

El caso de María Camila es uno más que nos demuestra la importancia que adquiere la familia en los procesos de crecimiento y desarrollo de los chicos. El compromiso, la tenacidad y la perseverancia se vuelven aspectos fundamentales en los primeros años de vida de las familias y de los chicos que se encuentran en situación de discapacidad. 


EL COLOR DE LAS FLORES

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